HISTORIA DE LA ESCALADA EN ROCA


La escalada en roca como deporte comienza con el ascenso al Cervino, en los Alpes Suizos, aunque ya el 28 de junio de 1492 se había realizado el ascenso al Mont Aiguille por Antoine De Ville, monte que presenta dificultades propias de la escalada en roca. El desarrollo de este deporte surge de la conquista de las cumbres y la filosofía primaria era la de buscar nuevas rutas de ascenso. Esta concepción de la escalada encuentra un clímax en Europa a fines de la década de los treinta con la conquista de las últimas tres paredes nortes de las alpes: las Grandes Jorasses, el Eigerwand y la cara norte del Cervino. A estas se les conoció entonces como "los tres últimos problemas de los Alpes".

Actualmente, las paredes más frecuentadas son aquellas que no tienen condiciones de alta montaña pero sí un alto nivel de dificultad. A estas se les llama paredes calientes, en comparación con las frías que están en las montañas nevadas.

En la década de los setentas, algunos escaladores se dedicaban a trepar paredes de pequeña altura pero de un grado de dificultad intenso. Esta escalada, llamada en Estados Unidos bouldering y en México cascarear, fue acogido por la mayoría de los escaladores como un excelente método de entrenamiento, pero con el tiempo llegó a cobrar cada vez más adeptos como disciplina deportiva en sí misma. De hecho, las barreras en grados de dificultad fueron resueltos primero por aquellos que cascareaban que por aquellos que ascendían grandes paredes. Una década después, debido a la creación de muros artificiales dentro de recintos protegidos contra el clima y a la intervención de marcas comerciales, la escalada tomó un gran auge. A partir de entonces, la escalada se divide en dos: la tradicional y la que ahora se denomina escalada deportiva, en vista de que es precisamente ahí donde se realizan competencias, se ganan lugares y se rompen marcas.

En México, la escalada en roca tiene una evolución similar a la que ya había tenido en Europa. Después de haber ascendido a las montañas, se buscaron y siguieron las rutas más difíciles y aquellas montañas que requerían una técnica y mentalidad diferentes. Así se comienzan a escalar las paredes rocosas y los monolitos de la sierra de Pachuca, en el estado de Hidalgo.

Pero había una pared que nadie podía subir con la técnica tradicional: las Goteras, en el macizo de las Brujas. Pared vertical y con apoyos diminutos, significó un verdadero reto para los escaladores de entonces. Y un fracaso para la mayoría. Raúl Revilla y Emilio Vega (ambos del estado de Hidalgo) dedicaron años a resolver este problema y lo hicieron redescubriendo la escalada artificial, que en Europa ya era practicada comunmente pero que era desconocida en México. Y aunque no lograron conquistar la cima, correspondió a ellos el haber resuelto el problema de la pared y el redescubrimiento de una técnica especial. Por ellos es que se puede decir que en México se practica montañismo y no alpinismo.

En algún momento no preciso, pero alrededor de 1960, comenzó la escalada interior, con el ascenso a la Coconetla, en el Distrito Federal. La técnica moderna de escalada sin clavos que se desarrolló en el Valle de Yosemite, California, llega a México a principios de la década de los 70. Precisamente en 1970, Juan José Nieto y dos escaladores más (todos del Club Exploraciones de México) realizan el primer ascenso al Capitán, en Yosemite, por la ruta "Triple Directa" con la técnica tradicional. Después de esto, Nieto, al igual que Revilla muchos años antes, desaparece del escenario de la escalada.

En ese año comienza un período de varios años que se siente como un gran estancamiento. Es entonces cuando aparecen los grandes mitos, que se originan en la falta de deseo verdadero de escalar paredes o en la mediocridad de aquellos que escalaban. Uno de tales mitos es El Capitán. Por años, algunas cordadas acudieron a la base de la gran pared pero todas regresaron después de unos largos de cuerda.

1979 marca un año importante en la escalada mexicana: el Grupo de Escalada de la Universidad Nacional Autónoma de México realiza varios ascensos de importancia. En mayo, Carlos Rangel asciende, con dos compañeros más, 260 metros de los 1100 que tiene la pared noreste de la Encantada, en la sierra de San Pedro Mártir, Baja California. Esta ruta se convierte en la primera gran pared que es asediada por mexicanos y que nadie ha ascendido todavía. De hecho, ésa fue la única vez en que la pared ha sido escalada.

En septiembre, Eduardo Mosqueda, Carlos Rangel y Mauricio López ascienden el Capitán, pero por la ruta más codiciada: la Salathé Wall. La técnica que han usado es nueva para los mexicanos, pero harto conocida para los estadunidenses: la escalada natural. Una semana después del exitoso ascenso, Eduardo Mosqueda y Carlos Rangel realizan el primer ascenso a El Gran Trono Blanco, en Baja California, considerada hasta entonces, también, como inescalable por mexicanos. Los mitos caen uno tras otro y la escalada mexicana se coloca al nivel de las mejores del mundo. Pero Mosqueda y Rangel también desaparecen del mundo de la escalada en roca, después de haber abierto una nueva ruta en la pared mixta de El Abanico, en el Popocatépetl, en 1980.

Los escaladores comienzan a buscar nuevas zonas de escalada: el cañón de Aculco, el cañón de Zimapán, varias zonas en Jalisco. Pero es hasta abril de 1995 que Eusebio Hernández y Jorge Wingartz (de la UNAM) completan el ascenso a una nueva ruta en las paredes altas de Monterrey. La nueva ruta tiene por nombre "Las Auras" y una altura de 700 metros. Con este ascenso se retoma la filosofía original de la escalada: subir por la vía más difícil.


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Ojos Moviendose

"Ultima Modificacion el 8 de Noviembre de 1997"
© José Oviedo Uribe, 1998